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SOCIEDAD CÍRCULO BÉTICO DE SEVILLA circulobetico@yahoo.es

De padres a hijos, de abuelos a nietos, una pasión llamada Betis...

De padres a hijos, de abuelos a nietos, una pasión llamada Betis...

MANUEL RAMÍREZ FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA

-¿Ves hijo, todo lo que ves? ¿Ves que no te exageré nunca cómo era el Betis? Pues ay, hijo, si yo te contara... 

Había vuelto al Villamarín de la mano de su hijo. Hacía mucho, muchísimo tiempo que ya no iba a Heliópolis como a él le gustaba hacerlo. Pero ayer volvió porque ayer volvía su Betis y llevaba de la mano al hijo que tanto deseó y al que no había querido llevar nunca antes, ya cumplido los seis años, porque nunca antes podía haberlo llevado a su Betis en Primera. 

Y lo hacía ahora cuando, desde la misma cuna, tanto y tanto le había hablado de ese sentimiento, de cómo su abuelo le llevaba a él para que, desde muy pequeño, fuera y viniera al compás de unas maneras, qué más da si mejores o peores que otras pero sí distintas, de entender la vida para disfrutar en las maduras de los éxitos y tener el manquepierda para las duras de los fracasos; para gozar en los cielos de Primera o sufrir en los infiernos de Tercera –siete años, hijo, siete años en una larga noche que no parecía tener amanecer- o poder, como ayer, volver a Heliópolis, aunque de Heliópolis no se había ido nunca, para sentir el mismo grito, las mismas banderas, idénticos suspiros, iguales lágrimas de aquellos otros ascensos que vivió con él y aquellos otros en que tuvo la enorme compaña de su ayer, y siempre, imborrable recuerdo. 

-¿Ves, hijo, ese chiquito, el que lleva el “diez”, el que tan bien la mueve? Pues había otro, no hace mucho, rubillo y pequeño, un muchachito de Valladolid que, fíjate si fue grande que, siendo tan canijo y tan chico, terminaron llamándole don Julio... 

Estaban allí las mismas banderas, las mismas pancartas, las mismas peñas, las mismas gentes, los mismos gritos, el mismo eco que parecía bajar desde por detrás de las nubes, y él buscaba, mientras su Betis y el Español jugaban el partido del adiós a la infernal Segunda, y su hijo saltaba como un resorte en cada jugada, aquella fila tercera de tribuna lateral derecha, de agujero en el cemento para poner añejísimas almohadillas de las que ya no se acuerda nadie de antiguas que eran, y de aquellas pirindolitas verdes, como bellotas puestas de pie, en los muros de los vomitorios, del olor a chester y a pictolín, de marcador simultáneo con el anuncio de la sal de fruta Eno, de letrero grande Fundador Domecq en las esquinas de fondo, de aquel gol norte chiquito y familiar que dejaba ver casi hasta la puerta del Instituto de la Grasa y que tenía, como una palmera cerca de la misma Palmera, aquel marcador como un palomar; y buscaba a Laureano el del Ayuntamiento con su andar patizambo y su eterno mono azul de cremallera cruzada; y el “Mercedes” celeste, dos plazas, descapotable, de Benito Villamarín; y la cazadora de ante de Barrios, y la boina calada de Ventura Castelló -¿Sabes, hijo, que Ventura Castelló, cuando hicieron las obras del Mundial en el campo, y hubo que jugarse en Nervión, se vino aquí, entre las piedras de lo que quedaba en pie, con un transistor, para escuchar el partido?-; y el señorío de Pascual Aparicio; y el nervioso ir y venir de José María Doménech, que veía sin verlos más partidos por el corredor de las entrañas del campo que sentado en su palquito; y el chándal gris moteado de Adolfito, haciendo juego con sus canas; y aquel día en que Tenorio el Viejo tuvo que arreglar el larguero que partió Del Sol -¿te he dicho algo, hijo, al decirte Luis Del Sol?- contra el Extremadura... 

-¿Ves hijo ese zanquilargo de medias bajas y nervio alto que, cada vez que la coge, el Villamarín parece un manicomio? Fue uno, hijo, que aquí se hizo ídolo, que de aquí se fue ídolo y que aquí volvió ídolo porque de aquí, aunque lo pareciera, ¿sabes hijo?, no se había ido nunca; como tampoco se fue nunca aunque también lo pareciera otro zurdo, soriano de San Jerónimo como éste es extremeño del Polígono, y que volvió sin irse y que, mientras por ahí estuvo, tan lejos como en Italia, bien que le decía a su hijo: “hijo, aquí nos quieren, aquí nos miman, aquí nos adoran, pero no te olvides nunca, hijo, no te olvides nunca de nuestro Betis...” 

Eran tiempos aquellos, los que pasaron, que ahora se le iban y venían, como flashes fotográficos, por la memoria. De cuando los óles secos y cortos eran para una finta elegantísima llamada Joaquín Sierra, y los óles arrastrados iban para las “roscas” y las “tostás” que llegaban, según se hacían con la izquierda, desde Coria, firmadas por Rogelio... 

-¿Ves, hijo, ese gigantón de poco pelo y mucho poderío? Ay, si hubieras visto a su padre, o aquel día en que debutó su padre... 

Seguía el partido, y la fiesta, y toda la catarata de cánticos, y toda la satisfacción verde, y el campo reventando en puros gritos, y él, a mitad de camino entre el presente y aquel pasado, entre su padre y su hijo, puente de abuelo a nieto, cuñas de la misma madera, para acordarse, al tirar Aquino una falta, de aquel Pibe que callaba a la grada; al ver el batallar de Cañas, de aquel Javier López y su reolina; del fútbol por bulerías de Antonio Benítez; aquel gol de caoba en “Los Cármenes”; aquel paradón de Campillo la misma tarde; aquellos tantos y tantos de José Ramón Esnaola; las salidas de Otero; el jersey amarillo de González; las palomitas de Eugenio; el bigotito de Américo; los zapatos de Sobrado; ¿quién fue más rápido, Castaños o Enrique Morán?; dicen que ha fichado don Benito uno de la Florentina que se llama Jonson que...; y aquel gol de Biosca, contra estos mismos “periquitos” que convirtió el Beti-eti-eti en sí, sí, sí, y a Madrid. 

Ay, aquella noche, hijo, de la Copa Grande, aquella madrugada de Sevilla, aquella tarde en la Plaza Nueva, aquel José Núñez llevando tanto empaque como elegancia en los triunfos como en las derrotas; el ascenso de Ferenc Szusza; León Lasa a hombros aquel día del Granada en Heliópolis; otra vez las mismas banderas; aquel otro día del Jerez, -te hablo, hijo, de muchos más años de lo que yo quisiera que hubiesen pasado-, Curro el de los periódicos, documental en color que íbamos a ver en los cines con el Nodo... 

-¿Ves hijo ese masajista de chándal tan verde como su mismo corazón que se asoma por el banquillo? Todavía recuerdo, como si fuera ayer mismo, aquel primer ascenso que vivió su padre, Vicente, “manos mágicas” le dicen... 

Iban y seguían yendo y viniendo las añoranzas. Y seguía la fiesta. Y seguía el sano jolgorio de una gente que no debes confundir nunca, hijo, nunca, por más que digan que son, con borrachos y litroneros, con travestidos y mamarrachos, con salvajes y desalmados que se ponen indignamente esa camiseta aunque ellos hasta que crean que son. 

Se iba echando la tarde y se asomaba por el voladizo el sol radiante de la Primera. Entonces fue que suspiró y dijo lo que el alma le dictaba: 

-¿Ves, hijo, cómo y qué es el Betis? Puede que otros ganen todo, que sean mejores, que lleguen más lejos; pero no te olvides nunca, hijo, no te olvides nunca de este Betis que tu abuelo soñó siempre...

Carta al director de ABC

Carta al director de ABC

A cotinuación reproducimos la carta al director enviada por el Círculo Bético de Análisis e Historia al periódico ABC, en respuesta a una anteriormente publicada por el señor Francisco Borrego Cantón. El texto ha sido publicado por el citado diario el domingo 24 de septiembre en la sección "La voz de Sevilla", en la página 29.

 

Yo también pido perdón

 

Como bético, una de las cosas más sevillanas que se pueden ser, pido perdón por tener acreditado nuestro nacimiento en el registro civil antes que el “Sevilla Football Club”, cuyo único testimonio de su nacimiento es lo que “cuentan las lenguas antiguas”.

Pido perdón porque mi equipo, desde un primer momento, trasciende del localismo sevillano y se expande “más allá de las fronteras”, como atestiguan las peñas repartidas por todo el mundo. Y también por haber forjado la leyenda universal del manquepierda hasta convertirlo en filosofía de vida.

Pido perdón, a quien corresponda, por ser el primer equipo de Andalucía en jugar en la elite del fútbol español. También pido perdón por ser los primeros en traer para Andalucía El Título más importante de España, La Liga.

Pido mil veces perdón por dominar el fútbol andaluz durante los últimos 60 años del siglo pasado, consiguiendo la primera Copa del Rey de la democracia, por lo que pido un perdón absolutorio, y jugando otra final en el 97.

Quiero pedir perdón por ser el primer equipo andaluz en ganar un Título español en el siglo XXI, y no sé si me perdonaréis que el Betis sea el único equipo andaluz que ha jugado la competición más importante del mundo a nivel de clubes, la Liga de Campeones.

No sé si pedir perdón porque en toda la provincia de Sevilla seamos más béticos, según reflejan las encuestas de la Junta de Andalucía, ni tampoco estoy seguro de que tengamos la culpa de que la mayoría de los artistas sientan en verdiblanco, digo yo que por algo será.

 

Quiero pedir perdón a los que se sientan dolidos por nuestra existencia, por ser como somos y por haber logrado renacer de nuestras cenizas cada vez que se nos han puesto trabas, por llamarlo de alguna manera.

Y pido perdón por ser sevillano y bético, y llevarlo a flor de piel con orgullo y satisfacción.

Manquepierda

Manquepierda

EL CORREO DE ANDALUCIA

La afición del Betis es conocida internacionalmente por el fervor y la fidelidad que profesa a sus colores. El rasgo más distintivo que define la filosofía de los seguidores del club es una vieja leyenda que se gestó en los años más difíciles de su existencia: El manquepierda. El espíritu de este lema radica en un elemento definitorio de la personalidad como es el orgullo. El aficionado bético tuvo que soportar durante los años cuarenta y cincuenta una situación deportiva lamentable, ya que un equipo que había sido campeón de Liga tuvo que tomar en 1947 el desafortunado camino de la tercera división.

Presionado social y deportivamente, el bético reaccionó con la sabiduría tan peculiar que emana de esta tierra del sur. Fue el momento de adherirse con más ilusión a un equipo que, fuera ya de cualquier elemento de juicio deportivo, dio paso a la creación de toda una forma de entender la vida. El mito del manquepierda no supondrá sin embargo una actitud derrotista ante las situaciones. Al contrario, el manquepierda no es ni más ni menos que el renacimiento de algo en desfase en el día de hoy: el apoyo a una institución en los momentos más delicados de su historia.

Este espíritu acabó generando una idea que ha perdurado a lo largo del tiempo para dar un carácter único a la afición del Betis . Desde entonces, la hinchada verdiblanca representó todo un ejemplo de fidelidad para cualquier club y su fama es conocida en toda España y buena parte del extranjero. Sin ningún tipo de parangón, el bético se crece ante las adversidades y es un ejemplo único de dignidad. El manquepierda nació de un orgullo herido, pisoteado por unas terribles circunstancias. Como consecuencia, ha provocado en el seguidor del Betis una confianza perenne en el equipo. Se alegra con sus victorias -inconmensurable el júbilo tras la consecución de la primera Copa del Rey - y soporta las derrotas con sentido de la deportividad y una fidelidad a prueba de bombas.

Casi mezclado con el estoicismo, ser del Betis no significa sólo la pertenencia a un club de fútbol. Los béticos casi nacen béticos. No se trata únicamente de ser aficionado al fútbol o de animar a un equipo en concreto, ser del Betis es amarlo, dejarse arrastrar en un torbellino para lo bueno y lo malo, es sentimiento.

Los ejemplos que a lo largo de la historia ha dado la afición son muestra de una militancia cercana al fanatismo, pero nunca manchada con las deleznables gotas de violencia y radicalismo que desgraciadamente impregnan el comportamiento de algunos sectores en otros clubes. La adhesión a la filosofía que representa el Betis es compatible incluso con no ser aficionado al fútbol. A algún individuo puede no gustarle el deporte más importante del planeta y ser seguidor del Betis .

Con la peculiaridad como cordón umbilical, a golpe de sufrimiento y de vejación, de alegría, pasmo, admiración, sorpresa, magia, fanatismo, fidelidad, amor, pena o dolor, el Betis se ha ido cincelando a lo largo ya de 99 años de historia.

De la cima a la sima, en Europa y en Utrera , para lo mejor y lo peor, la afición del Betis es única y el espíritu que emana de ese particularismo se ha convertido en el emblema más contundente de una entidad también única.

ESPECIAL: LA FUNDACIÓN DE LOS CLUBES SEVILLANOS (INTRODUCCIÓN)

ESPECIAL: LA FUNDACIÓN DE LOS CLUBES SEVILLANOS (INTRODUCCIÓN)

DISCÓBOLO

INTRODUCCIÓN

Como era previsible, una vez anunciado el inicio de los preparativos de nuestro centenario se ha puesto en marcha desde la otra orilla futbolística el correspondiente “contracentenario”. Un contracentenario que un mal pensado diría que se lanza con un “impulso” institucional encubierto. Claro que yo no soy mal pensado.

Uno de los objetivos del “contracentenario” parece ser cuestionar la fecha de nacimiento en la que se reconoce el Real Betis Balompié desde que la pelotita empezó a rodar por estos lares. Un empeño en el que se lleva trabajando desde hace ya un par de años y que tristemente ha creado escuela.

En su momento, para molestar lo menos posible a la gran mayoría de buenos vecinos que no son partícipes de este “contracentenario”, se intentó replicar al empeño con la mayor guasa posible (http://www.realbetisbalompie.es/foro/viewtopic.php?t=15674), pero dado que hay tal fijación con el tema, me temo que no queda otra que abordarlo, aún convencido de que nadie sale ganando en estas diatribas.

Quiero dejar esta cuestión muy clara, pues me parece fundamental: es desde la otra orilla desde donde se inicia, hace dos años, una línea de revisión histórica no ya solo sobre su historia sino sobre la nuestra. Libros vendidos en tiendas oficiales, afirmaciones en medios escritos o de otro tipo, artículos, conferencias, etc. son solo una parte de esta línea cuyo único fin, por desgracia, es llevar la rivalidad al análisis de la historia o sencillamente intentar molestar a quienes en su gran parte son amigos, familiares y en definitiva vecinos de la ciudad de Sevilla.

Claro que me atrevería a decir que si por algunos fuera, o al menos por lo que se les lee, hasta nos echarían de la ciudad o nos meterían en un barrio (convenientemente cerrado) para que no les molestásemos en “su” ciudad.

En definitiva, que pido disculpas por tener que salir al quite, pero quede en mi descargo que lo hago ante la osadía de quienes, contagiados por un señor osado, están llegando al punto de invitarse al cumpleaños de su vecino para decirle cuando tiene que celebrarlo.

Antes de seguir, aclaremos con prontitud este último extremo: el Real Betis Balompié celebra sus efemérides cuando le sale de donde ustedes imaginan, y sin tener que darle explicaciones a nadie. Ya, ya sé que a algunos les suena la frase de mediados de los 50, pero es que sigue siendo válida y más vale asentar los conceptos de previa. Eso sí, podemos añadir que además resulta que las celebra muy bien celebradas, con tradición en la celebración y coherencia en su historia. Más que quienes vienen a ponernos fecha, si se me permite decirlo.

Cuando hablo del “contracentenario” no me refiero obviamente a la guasa. El “93 no son 100” y similares, desde la realidad de ciertos documentos, se me antoja hasta entrañable. Eso sí, estoy deseando ver como se retuerce un apunte para llevar el ascua a esa sardina.

Cuando hablo del “contracentenario” me refiero a teorías elaboradas e incluso publicadas por señores que han desempeñado y siguen desempañando un papel institucional en su club, cuyo trabajo yo personalmente respeto, pero que me temo han errado el tiro al pretender enseñarnos nuestra historia… porque en tal caso obligan a que hablemos de nuestra historia y de la suya.

Aprovecho para indicar que el título que antes tenía el post era puramente irónico: Cuando hablaba de “LA VERDAD” no era más que una parodia del rotundo título de una conferencia de hace unos meses dedicada a cuestionar la fecha de nacimiento del Real Betis Balompié. Considérese pues bajo ese contexto, pues ciertamente no soy yo el que se considera en posesión de la verdad absoluta (otros parece que sí). Tan solo en disposición de exponer hechos, interrogantes y dejar que cada cual saque sus conclusiones.

Por cierto, debo indicar que en paralelo a quienes elaboran las teorías surgen sus alumnos, seguidores o imitadores, que beben parcialmente en sus fuentes y tal vez en otras de las que en su momento hablaremos. Como supongo que me contarán cosas, espero que originales para variar, solo ruego paciencia y tiempo si esperan respuesta por mi parte. O la venia para darla en el mismo ámbito, venia que espero haberme ganado al salir a campo descubierto tiempo ha. Solo recomiendo una cosa: midan bien la profundidad, al igual que yo procuro hacer.

Porque al final, y como veremos, el único registro fidedigno de ambos clubes –sin acreditación de fecha previa, como hacen otras sociedades- data de 1909. Y me parece digno de triple salto mortal en piscina olímpica el pretender adelantar una fecha 19 años con criterios más bien laxos (por no decir otra cosa) y al mismo tiempo atrasar otra 5 con no se sabe bien qué criterios. ¿No es un tanto ambicioso pretender que el club cuya existencia legal acreditable fehacientemente es un mes posterior a la del otro club, debe considerarse no ya 2, sino 24 años más antiguo? Que cada cual lo valore.

Pero para empezar este prolijo tema, vayamos al final. Vayamos a lo que otros llamarían “las fechas de la verdad” y yo sencillamente llamo exposición de datos:

 

El Betis, un mito

El Betis, un mito

Reproducimos fielmente la ponencia del Doctor en Filosofía, Jürgen Kant de nacionalidad alemana que tuvo lugar en la Universidad de Colonia el pasado mes de Septiembre.

UN GRUPO DE FILOSOFOS ALEMANES EXPONEN EN LA UNIVERSIDAD DE COLONIA UNA TEORIA DE LA RAZON DE LA EXISTENCIA HUMANA BASADA EN EL MITO DEL BETIS.

DR .JÜRGEN KANT

EL BETIS

¿Qué ilusion tiene la vida sin el Betis? , se preguntaba un anciano ante las cámaras de televisión. Pero ¿Qué es el Betis? .un grupo de científicos alemanas ha llegado a la conclusión de que el Betis es uno de los grandes mitos que alimenta la existencia del ser humano. Si los griegos forjaron el mito de Sísifo o el de Tántalo para hablar de lo inalcanzable el hombre contemporáneo ha creado al Betis para expresar ese estadio beatifico al que los humanos aspiran pero que nunca jamás alcanzan .El Betis representa la felicidad soñada, el afán continuo, la esperanza perpetua el anhelo llevado a su máxima potencia, la aspiración eternamente mantenida .Eso es el Betis. Un estado de animo que obliga a los practicantes de la filosofía a permanecer siempre en vilo y siempre desasosegados, porque ese sueño que ambicionan siempre esta a punto de realizarse y siempre se está desvaneciendo. Sólo por eso viven los béticos, por ver realizados unos deseos que continuamente se esfuman .El Betis es ese ideal, que espolea la lucha diaria y hace llevadera una existencia muchas veces mediocre anodina.


Los béticos de pasan seis días y medio esperando la tarde del domingo acongojados. Seis días y medio aguardando que esa tarde se cumpla su deseo para siempre. Seis días y medio imaginándose que su tormento acabara de una vez por todas .Estos filósofos quizás intuyan que esa tarde volverá a ser aciaga una vez más ,tal vez sospechen que el destino les repita la jugada de todas las tardes de domingo ,pero estas dudas no les arrendran . Es más, estos temores son justo el acicate que los empuja inexorablemente a esperar cada tarde de domingo con idéntico optimismo. Ante el fracaso reiterado, jamas sienten desaliento ni la flaqueza, porque su única pasión en esta vida es ver cómo esa tarde se cumple su sueño. Por ello, si a los hombres les falta esperaza o el deseo, ¿Qué ilusión puede tener entonces la vida sin el Betis?

Sobre leyendas, dueños y espejos

DISCÓBOLO 

Es común entre la mitad de Sevilla la especie de que los béticos no estuvieron al lado de su equipo en 1992, mientras que lo sevillistas sí, al igual que es común en esa mitad la especie de que el Betis tiene un dueño, mientras que el Sevilla pertenece "a los sevillistas". Sin ir más lejos, escritos vertidos en páginas de opinión o foros son fiel reflejo de la utilización de dichas leyendas, que se lanzan a la cara de los béticos al parecer desde una situación de presunta superioridad moral. Quede claro pues que es la desmitificación de leyendas erradas acerca del beticismo las que llevan a hablar de un equipo distinto al Betis y a cuyos aficionados se respetan (y, como es lógico y norma en esta ciudad, en muchos casos se quieren, como amigos y parientes).

Digo esto porque, partiendo de la base de que no soy yo precisamente de los que se sienten cómodos con la situación accionarial del Real Betis, ni con muchas pautas de gestión o declaraciones públicas de su Presidente, creo que sería conveniente que quienes nos espetan esta realidad fueran al menos conscientes de la suya. Y hablo en el terreno puramente societario, porque creo que en lo deportivo bastantes comparaciones se han hecho ya.

La historia dice que a 30 de Junio de 1992 los clubes tenían que convertirse en Sociedades Anónimas Deportivas con un capital social equivalente a las deudas que no asumiera el Plan de Saneamiento. En el caso del Real Betis el capital social exigido fue de 7 millones de euros, mientras que al Sevilla se le exigieron poco más de 4 millones de euros (estaba en mejor situación gracias a una recalificación -graciable o no, ustedes valores- que le había permitido ingresar 12 millones de euros).

En el caso del Betis, compraron acciones unos 7.000 béticos. Lo que podríamos considerar "el beticismo de a pie" compró acciones por valor de unos 3 millones de euros. No obstante, y a diferencia del Sevilla, no aparecieron "familias" con potencial (tal vez la recalificación mencionada y la diferente valoración de los terrenos de uno y otro club tuvieran algo que ver, como se está viendo con el tiempo); incluso hubo actores comunes, como Caldas, que se negó a negociar la deuda que el Betis tenía con Promainsur.

Curioso, al menos. El 30 de Junio de 1992, cuando al parecer algunos brindaban con champán, Lopera desembolsó los 4 millones de euros que se precisaban y se convirtió en el accionista mayoritario (o dueño) del Real Betis. Se adelantó con ello, según se dice, a otra facción encabezada al parecer por Galera y Retamero, que pretendía controlar el Betis aunque sin capacidad de desembolsar la cantidad íntegra.

En el caso del Sevilla, compraron acciones unos 4.000 socios. Lo que podríamos considerar "el sevillismo de a pie" compró algo más de 1 millón de euros, mientras que cerca de 3 millones (el 75%) fue comprado directa o indirectamente por los que se convirtieron en accionistas mayoritarios (o dueños, según se quiera) que en la práctica se repartieron el club: Cuervas, Romero, Carrión, Álvarez, Aguilar, Alés, Castro, Martín Baena, Del Nido y otros. Mucho podría hablarse de otras leyendas: la del paquete maldito, la de Antena 3 y otras, pero darían para un libro entero, y además no es a mí a quien corresponde escribirlo, sino a los sevillistas, en especial a aquellos con memoria y amor por su club.

En definitiva, el "beticismo de a pie" dio la cara -el bolsillo- en número de 7.000 y en cuantía de 500 millones de pesetas; el "sevillismo de a pie" dio la cara en número de 4.000 y en cuantía de unos 200 millones de pesetas.

En ambos casos llegaron otro u otros para hacerse con la propiedad real del club. En un caso, in extremis; en el otro caso con tiempo, tal vez porque era un botín más jugoso.

Esta es la leyenda de 1992: Yo no sé si podemos considerar que los béticos dieron la cara todo lo que debían o podían; lo que sí creo es que tal vez no estén los sevillistas en la mejor posición para ser quienes lo valoren, si nos remitimos a los hechos en vez de a las leyendas. Tal vez sería más conveniente para todos que dejasen que seamos los béticos quienes valoremos lo de 1992, y que valoren los sevillistas lo propio y sus consecuencias, que no fueron pocas.

Vayamos ahora con la leyenda acerca de la propiedad, según los datos actuales:

Previamente, hay que explicar que tras la conversión en SAD de 1992, en la que como hemos visto un 75% del capital social del Sevilla quedó en manos de los accionistas mayoritarios, pasó el tiempo, vinieron muchos presidentes, escándalos, catarsis y una historia que como ya dije corresponde contar a los sevillistas. Indicar meramente que en diciembre de 1997 se da la oportunidad a los sevillistas de adquirir un mayor número de acciones, con una ampliación de capital de 4 millones de euros, de la que solo se suscribieron unos 2 millones; a pesar de que creo recordar que se hizo un llamamiento a la masa social para evitar tener que vender el campo. Una ampliación con la que aumentó el reparto de acciones, pero sin eliminar plenamente la influencia de los accionistas mayoritarios. Indicar que los béticos no han tenido -desgraciadamente- esta oportunidad de acudir a una ampliación: ni de 4 millones, ni de 2 millones, ni de 60 euros. Por cierto, si se me permite y aunque no me corresponda, me gustaría hacer un reconocimiento a la actuación en esos años de DON Roberto Alés (el de "la penita" según algunos, que bien poco valoran lo mucho que hizo por su club y por el sevillismo, a pesar de que se hace caja ahora a costa de su siembra).

La situación actual, tras aquella ampliación, es la que sigue: El capital social del Betis es de 7 millones de euros, mientras que el del Sevilla es de 6 millones. El Betis tiene unos 7.000 accionistas, mientras que el Sevilla tiene unos 11.000. El "beticismo de a pie" tiene unos 3 millones, mientras que el "sevillismo de a pie" -ampliación incluida- no llega a esa cifra.

Lopera -Farusa- controla cerca del 55% del capital. En el caso del Sevilla, los accionistas mayoritarios controlan un 55% del capital (considerando como tales a Caldas -accionista mayoritario-, Romero, Carrión y Sevillistas de Nervión -compuesto por Grupo de Utrera, Del Nido y Alés-).

En el Betis, pues, manda Lopera, su accionista mayoritario (o dueño, según se prefiera). En el Sevilla manda Del Nido, con el apoyo expreso de Ales, Romero y el Grupo de Utrera -al que pertenece el Vicepresidente- y el apoyo tácito de Caldas y Carrión. Es decir, en el Sevilla mandan sus accionistas mayoritarios (o dueños, según se prefiera). Un "dueño" en un caso, nueve "dueños" en el otro. Cierto es que en un lado el poder es omnímodo, mientras que en el otro se precisa coincidencia de intereses; eso sí, no necesariamente ligados a los deseos de la masa social.

Esta es la leyenda en cuanto a la propiedad: Ya sabemos que el Betis no pertenece a los béticos (aunque si la alternativa a Lopera es que lo compre un señor como Caldas o un fondo de inversión, difícil me lo ponen, porque aún con todo lo dicho creo que Lopera quiere más al Betis que Caldas al Sevilla); pero en este caso, una vez más, tampoco parece que sean los sevillistas los moralmente mejor situados para valorarlo, pues tampoco el Sevilla les pertenece en sentido amplio.

Dicho sea todo lo anterior (primera y segunda parte) salvo error u omisión en los datos, y esperando no molestar a nadie, pues solo estoy intentando ofrecer un espejo a quienes se dedican a decirle a su vecino lo feo que es sin reparar en que el que de ello acusa tampoco es clavaito a Paul Newman precisamente. A quien moleste, siempre tiene la opción de no mirarse al espejo, y seguir pensando sinceramente que un sevillista con 5 acciones manda mucho más que un bético en su mismo caso.

En fin. Solo un corolario respecto a los acontecimientos de Agosto de 1995, dado que se ponen por algunos como ejemplo en contraposición con los de Junio de 1992: Eso sí, vuelvo a insistir en que no me corresponde a mí escribir la historia del sevillismo, sino a los sevillistas. Solo les pido que me permitan indicar tres cosas: La primera, que sin desmerecer la movilización del sevillismo y su capacidad de respuesta, tal vez no sea muy afortunado comparar el esfuerzo de acudir a una manifestación (que no tiene un descuento salarial como la huelga ni tuvo riesgo de represión policial precisamente) con un esfuerzo económico; digo que no es muy adecuado porque dejaría en mal lugar no ya a los béticos de 1992, sino a los mismos actores que en 1992 y 1997 suscribieron en número muy inferior las acciones del equipo por el que se manifestaron en 1995.

La segunda, que me permitan recordar que la solución finalmente tuvo que pasar por la asunción por unanimidad de todos los clubes de una Liga de 22 (ahórrense especulaciones acerca de cual hubiera sido el voto de ser secreto), arreglando así un cúmulo de despropositos del que fueron especialmente responsables el presidente y el vicepresidente de aquel entonces, pero cuyas consecuencias sufrimos todos los equipos. La tercera y última cosa que quiero indicar es que, a diferencia de sevillistas que andaban no ya fuera de Sevilla, sino de España, yo estuve aquella noche en la concentración esporádica del Pizjuan y el día de la manifestación, en ambos casos apoyando a mis amigos sevillistas (y no fuí el único bético). Igual que estuve en 1992 comprando las acciones que pude del Betis.

El número 1 de la Carretería

El número 1 de la Carretería

ANTONIO BURGOS 

Las puertas primorosas de la fachada plateresca del Ayuntamiento proclaman en sus relieves sobre la Plaza el acrónimo que suena a pájaro de la Centuria: SPQH, Senatus Populusque Hispalensis. Ese Senado existe. No está constituido, ni se reúne, no tiene presidente, escaños ni sesiones. Mas existe el Senado del Pueblo Hispalense. Tiene un número cerrado, exacto y contado de senaturías. Tantas como hermandades la ciudad. Es el Senado de los Hermanos Número 1 de las cofradías. Viejos sevillanos que tan cercanos tienen los tiempos de penurias y que se englorian de los hodiernos de esplendores. Sevillanos a los que apuntaron en la hermandad el mismo día que los sacaron de pila. Ya saben la frase de las viejas madrinas, cuando devolvían al bautizado a su madre, tras cristianarlo:

-Me lo diste moro y te lo devuelvo cristiano...

Cuando apuntaban al niño a la hermandad ese mismo día de pelón, batón y bautizo, la madrina tenía que haber dicho:

-Moro me lo diste y nazareno te lo devuelvo...

Así devolvieron a su casa un día de 1916 a un niño de la Puertalarená. Un niño gordote y robusto: Pepito Valera Nocera. Nada más nacer, lo habían apuntado en La Carretería, como a toda la familia. Yo no estuve aquel día en la capilla de la Luz porque tenía que ir a la calle Techada a hacerle un mandado a Galerín, que vivía allí al lado, pero sí he visto muchas veces esa estampa de un niño de pañales con su medalla de la cofradía, recién recibido de hermano, sentando plaza de sevillanía. Sin ir más lejos, la vi el Domingo de Ramos en la basílica del Señor, que recibía a un encanto de bebé con su cordón morado, su medalla... ¡y su chupe!, quien a lo mejor allá por el año 2090 será el número 1 del Gran Poder.

Sí, ya sé que el sevillano toca madera cuando va teniendo un número bajo en la hermandad, señal de que va ya muy cerca del paso...de La Canina. Algunos lo disimulan. A un amigo trianero, número bajísimo en la Esperanza, donde lo apuntaron al nacer, le pregunté por qué no salía de nazareno. Me dijo, con gracia de Casa Berrinche y Altozano:

-Mira, porque si saliera, con el número tan bajo que tengo, iban a tener que bajar del caballo al centurión del Cristo de las Tres Caídas para subirme a mí.

Pepe Valera, ex futbolista y ex entrenador del Betis, hace muchos años que no salía en La Carretería. No lo sabíamos carretero hasta el homenaje que le dio la hermandad el año pasado. Lo admirábamos como glorioso jugador del Betis campeón de Liga en 1935, y luego, en los duros años de la postguerra, cuando la plantilla de Unamuno, Peral, Areso y Aedo había partido al exilio de las dos España y se produjo la caída del Imperio hasta Tercera. Lo que son las cosas de Sevilla: ¿a que no les pega que ese mítico extremo izquierdo bético, luego entrenador y secretario técnico en los años duros, el que descubrió a Del Sol, Demetrio, Quino o Macario, fuera de La Carretería y tuviera allí el número 1? El Pepe Valera luchador y arrollador del dionisíaco Betis era de la apolínea Carretería. Misterios del barrio, de las aficiones, de Sevilla en suma. (No lejos, en El Baratillo, en la otra mitad de la ciudad arenera, el número 1 de la dionisíaca cofradía de La Piedad era el apolíneo sevillista don Antonio Delgado Roig, a su vez también número 1 del club decano y de la Hermandad del Silencio.)

Se nos ha ido el número 1 de La Carretería como cuando el palio de la Virgen del Mayor Dolor en su Soledad deja la calle Toneleros, con esa nostalgia romántica. Se va Pepe Valera y se lleva el recuerdo de aquel agónico Betis de la pancarta del campo del Utrera: «No hemos venido a Utrera para comprar mostachones, sino por los dos puntos para ser los campeones». Pepe Valera, admiración de nosotros los chiquillos de la Puertalarená, se ha embarcado para siempre en el vapor de la vida en la Acera del Negro, esquina a la calle del Ancora, donde en el mágico escaparate de la tienda de efectos navales de su familia estaban los calabrotes, las rosas de los vientos, los capotes de hule y los marineros bronces como de zanco de su barco carretero.

La Condesa de Barcelona, una bética en Estoril

La Condesa de Barcelona, una bética en Estoril

ANTONIO BURGOS

Sevilla limitaba al norte con el pino de la Joroba, que estaba en la carretera de Carmona, pasado San Pablo. Al poniente, con la Cuesta del Caracol, que se escribía Cuesta del Caracol en el cartel de Obras Públicas y se pronunciaba Cuesta de Castilleja. Al sur, con el campo del Betis y con la farola monumental del escultor Juan Lafita que había en la rotonda de delante. Al levante, con la fábrica de Cruzcampo, que entonces era La Cruz del Campo y con Ranilla, que aùn no era Sevilla 1. En los límites del mundo, Sevilla limitaba también con Tánger y con Lisboa.

El extranjero era un paraíso cerrado para muchos, adonde era dificilísimo ir. Sacar el pasaporte era una aventura, porque había que presentar poco menos que un certificado del párroco diciendo que ibas a misa los domingos. No lo digo en broma. Cuando se pedía un certificado de buena conducta, no era raro que vinieran a la calle a investigar los civiles de la Brigadilla de la Calzada, que estaba en el cuartel de la plaza del Sacrificio, vulgo Fábrica de Galletas, por las que los picoletos daban. Y los de la Brigadilla, vestidos de paisano, preguntaban, por ejemplo, al del despacho de pan y tortas de la esquina como prueba del nueve de la afección al Régimen del Invicto Caudillo Franco:¿Y este señor usted lo ve que vaya a misa los domingos?

Ser "de comunión diaria", como se decía de los caballeros cristianos y hasta de los sevillanos del escándalo de la doble vida, con casita para la querida por Nervión o por la Huerta de Santa Teresa, era el mejor pasaporte para la eternidad y para esa eternidad geográfica, de lejos que nos parecía, que eran Lisboa y Tánger. El fútbol fue una buena puerta para que los sevillanos conocieran mundo. Cuando jugaba el Sevilla en Lisboa con el Benfica o el Betis en Tánger con el España, se organizaban excursiones con autobuses de Atesa (Autotransporte Turístico Español Sociedad Anónima) y con pasaporte colectivo, que era como si el franquismo de la Brigada de Fronteras de la Policía diera absolución general para alcanzar ese paraíso del extranjero.

He dicho el Sevilla en Lisboa y el Betis en Tánger. Pero también fue el Betis a Lisboa, a jugar con el Benfica, que Juan Tribuna, en sus retransmisiones de Radio Sevilla, de la Sociedad Española de Radiodifusión, nos enseñó que era el "Sports de Lisboa e Benfica". La gracia del Betis era que unas veces estaba en el infierno de la Tercera y tenía que coger el Rápido Algeciras y el transbordador "Virgen de Africa" para ir a jugar a Tánger, y que Tropezones pusiera en su dibujo del lunes en el bar de los caballitos de jamón de Manolo González, detrás de Correos, el dibujo de un bético en la aduana, recién bajado del barco, al que le quitaban lo que había comprado en Tánger, la estilográfica Parker, el reloj Cauny Prima:

Adiós, piedras de mechero,

Si la cosa bien se mira,

esto es cosa de Algeciras...

¡y de los carabineros!

Otras veces el Betis, ya llegado a la presidencia Benito Villamarín, estaba en condiciones de ir al paraíso de Lisboa a jugar con el Benfica. Tal ocurrió en 1962, aunque, claro, ya entonces, a esas alturas del régimen de Franco, salir al extranjero no era ni sombra de lo que era. Aunque el Betis, en aquella ocasión que viajó a Lisboa hizo algo que fue muy criticado en la calle Castelar, que era donde estaba la Jefatura Provincial del Movimiento. El Betis, con su directiva y su plantilla, se presentó en Estoril, para cumplimentar al Villa Giralda a una bética de excepción, a la Reina de España en el exilio, Doña María de las Mercedes de Borbón. Más que un acto de adhesión monárquica se trataba de una ceremonia bética.

Doña María era bética, y a mucha honra, y desde pequeña, cuando vivía en Sevilla, donde su padre, el Infante Don Carlos, era capitán general. "Los Infantes vivían en La Palmera", recordaba la geografía sentimental de la sevillana del Pali y allí, en La Palmera, doña María veía subir y bajar a las huestes béticas hacia el que entonces se llamaba "el Stadium de la Exposición", ora en tardes de gloria, ora en anocheceres de derrota. Doña María se hizo bética por cercanía de la gracia y los béticos la cumplimentaban en Estoril, que hasta Paquito nos ha quedado para la posteridad en el besamanos de la augusta esposa de Don Juan III en aquella corte española, tan sevillana, de Villa Giralda. Tan sevillana que tenía en el pórtico un azulejo con la salida del Rocío de Triana. Era el azulejo que estaba en la glorieta de Eritaña, en la Venta de Fernando, y que tras su derribo fue comprado por el duque de Alcalá y enviado a los Condes de Barcelona como regalo sevillano para su casa lisboeta.

Y cuando fue el Betis a Estoril, estaban en Villa Giralda los sevillanos leales a Don Juan que nunca faltaban. Pablo Atienza, José María Medina. Con ellos, el presidente del monárquico Circulo Balmes, José Acedo Castilla, sevillista de la vieja escuela del señorío. Llevaba el Betis unas corbatas con el escudo del club y las repartió Manolo Simó a todos los que estaban con los Reyes, quienes, por no defraudar a la bética Doña María y aunque sevillistas, al punto se las pusieron, quitándose las suyas. Y la bética doña María vio a Acedo con la suya en la mano, la duda blanca clon la corbata verde, el Scila y Caribdis de las creencias monárquicas y la protestación de fe sevillista. Si la historia no es ciertamente así, merecería serlo. Porque cuentan que Doña María, sevillana y bética, viendo al sevillista Acedo Castilla con la duda de la corbata bética en la mano, le preguntó con guasa: ¿No te pones tú también la corbata, Pepe?

Señora --respondió muy cortesano y respetuoso Acedo--, mi fervor por la Monarquía y mi lealtad a Vuestra Majestad no llegan hasta el punto de que tenga que abjurar de mi fe sevillista...