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SOCIEDAD CÍRCULO BÉTICO DE SEVILLA circulobetico@yahoo.es

Beticismo

Esa luz, a los gitanos buenos, no les deslumbra nunca...

JOAQUÍN CARLOS LÓPEZ LOZANO, "ELIDO"

Un día, alguien preguntó a un buen bético, hombre aficionado al toro y al cante, hombre de viejo cuño y de casi perenne juventud, porque era bético y su sobrino sevillista.

- Es lo mismo que si me preguntara porqué bailan los gitanos…
- ¿Es que los gitanos…?
No tuvo tiempo de seguir adelante. Y, aún a sabiendas de que hay buenos calés en la otra acera, rubricó la sentencia con estas palabras:
- Los béticos hemos vivido muchos años, muchas "temporás", como los buenos gitanos, con vida "probe" y llena de amarguras…

Y entonces, se levantó, abrió las ventanas y mirando los oteros del Aljarafe, fue a perderse su mirada en lontananza, en una lontananza lejana, muy lejana, remota, remotísima.

Así han vivido los béticos más de dos quinquenios: con la mirada puesta muy lejos. Al poniente, evocaban su pasada grandeza, y al levante, su porvenir: el ascenso.

Vivían, como los buenos gitanos, en la fragua vieja. Echaban carbón al fuego y martilleaban estoicos, mientras el sol sevillista remontaba y se mantenía arriba con aire cegador. Esa luz, a los gitanos buenos no les ciega nunca. Para ello no necesitan gafas negras. Y a los béticos les sucedía lo mismo.

Notas:

Artículo con ocasión del regreso del Real Betis Balompié a la 1ª División tras 15 años. (1958)

Somos el Real Betis Balompié

DISCÓBOLO

Somos el Real Betis Balompié. Lo digo para aquellos que no nos conocen, y especialmente como carta de presentación para los aficionados de clubes europeos con los que estamos jugando la Liga de Campeones. Pero también puede servir para aquellos que, conociéndonos, tal vez tienen una idea equivocada acerca de nosotros. Cuando digo nosotros, me refiero a la Institución y a sus aficionados. Intenten no pensar durante la lectura de estas líneas en otras instancias del club que no sean sus aficionados y la Institución en sí.

Somos el Real Betis Balompié.

Somos por tanto el Sevilla Balompié, nacido el 12 de Septiembre de 1907. Sevilla en honor a nuestra ciudad, Balompié en honor a nuestro idioma, que intentó no ceder ante un anglicismo que se impuso como vocablo.

Somos el Betis Football Club, nacido en 1909, que sí tomo el anglicismo del club del que se escindía, el Sevilla Football Club, pero que eligió libremente un nombre con más de dos mil años de antigüedad, que identifica a nuestro río y a nuestra ciudad (la ciudad del Betis, según los romanos), y a nuestra tierra, Andalucía . Un club que en Septiembre de 1914 fue honrado con el título de Real.

Somos el Real Betis Balompié, fusión de esas dos almas en una sola el 28 de Noviembre de 1914, que se reconoce en ambas como un árbol en sus dos raíces y que se siente nacido en la más antigua, en la raíz que forma parte de nosotros y que llevaba el nombre de Sevilla, la raíz de la que mantuvo la sevillanía y el vocablo Balompié. Y también se siente nacido en la raíz que es parte inseparable de nosotros y que le dio su nombre universal y su título de Real.

Somos el Real Betis Balompié, que haciendo honor a sus colores fue el primer equipo andaluz en jugar en Primera División, el primero en jugar una Final de Copa y el primero en ganar la Liga.

Somos el Real Betis Balompié, que vivió sus años más negros en los años negros de la Dictadura. El mismo que en julio de 1936 vio como su recién inaugurado campo se llenaba de tanques y su sede social era destruida por una bomba, saliendo disparados a la calle papeles y copas. El mismo que no levantó cabeza tras la guerra y se despidió de la Primera División en 1943, para no volver a verla hasta 1958. El mismo que estuvo 7 años en el pozo de 3ª división, que sobrevivió haciendo rifas para sufragar los viajes del equipo, que tuvo que tirar con bocadillos de tortilla para los viajes, que movilizó a los aficionados para reunir 2.500 pesetas y traer de vuelta al equipo en un desplazamiento a Tanger, que sufrió robos de jugadores y una brutal penuria económica que en lugar de llevarnos a la desaparición nos llevó a acuñar el "Viva er Beti manque pierda", expresión sublime del amor incondicional a unos colores.

Somos el Real Betis Balompié, que inauguró la democracia ganando en 1977 la primera Copa del Rey de la historia. El mismo que quedó tercero en 1995 y cuarto en 1997. El mismo que fue subcampeón de Copa en un épica Final ante el Barcelona en ese mismo año. El mismo que es hoy vigente Campeón de la Copa del Rey y juega entre los 32 mejores equipos del continente la Liga de Campeones.

Somos el Real Betis Balompié. No presumimos de sevillanía, aunque la llevamos en nuestras raíces, en nuestro nacimiento como Sevilla Balompié, en nuestro nombre que recuerda a la ciudad del Betis, en el hecho de haber sido el equipo que ha traído a nuestra ciudad los dos únicos títulos que ha visto en más de 50 años. No presumimos de ser el mejor equipo de Andalucía, aunque sea en nuestro estadio donde la Champions League haya visitado por primera vez a nuestra tierra. No presumimos de señorío, pero nuestro club ha emitido un comunicado oficial para felicitar las efemérides de quienes no hicieron lo propio para festejar un título que venía a nuestra ciudad. Somos el Real Betis Balompié. Llevamos la sevillanía, el señorío, el manque pierda y los colores de Andalucía grabados en nuestros corazones, sin pavonearnos de ello. No nos sentimos superiores a nadie, y a nadie miramos por encima del hombro. Pero tampoco toleramos que se sientan superiores a nosotros por no se sabe bien que razones.

Somos el Real Betis Balompié. Somos Sevilla y Betis, ciudad y río, historia y presente, Hispalis y Bética, verde y blanca. Somos football y balompié, somos del pueblo y de la realeza, de los sevillanos aquí nacidos y de los de adopción. Somos los de Primera, Segunda y Tercera División. Somos los de la Champions y los de los bocatas de tortilla. Somos los Campeones de Copa y los de las rifas. Somos mestizos, como mestiza de culturas es nuestra tierra. Y a mucha honra, porque en ese mestizaje está gran parte de nuestra riqueza.

Somos el Real Betis Balompié. Y pido disculpas por hablar en primera persona del plural cuando solo puedo hablar por mí, pues miles de béticos ha habido, hay y habrá con más derecho a hablar por todos nosotros. Por tanto, volviendo al singular, solo digo:

SOY BÉTICO.

Casi ná.

Hasta el aire es bético

Hasta el aire es bético

FRANCISCO MONTERO GALVACHE
DIARIO "SEVILLA", 22 de Mayo de 1954

"Nada, nada; tengan la bondad de dejarnos ya de historias, que lo que tiene gracia en Sevilla es ser bético, y que nadie se crea aludido, que no le negamos el pan y la sal del mérito a blancuras ilustres y ricachas, sino que le damos al verde y al blanco de los camisolines rayados, toda su humanísima calidad. Eso de ser bético es una gracia, un privilegio, una especie de iluminación interior; y que se duelan los rabiosos porque ninguna inyección podemos darle.

Quien se extrañe viéndonos así, tan béticos, en esta víspera del gran mañana que será mañana, domingo, en Heliópolis, sepa que fuimos, allá en los años del Instituto –que es cuando de veras somos algo- jugador y no de pocos arrestos, aunque la memoria de aquellas heroicas zamorerías, nos estremezca como bambú entre viento. Nos quedaron de aquellas olimpiadas infantiles dos grandes herencias que el Cielo nos guarde mientras tengamos que andar por estas tierras: la querencia al reposo, que ya es algo venerable en esta vida, y una inexplicable alegría por los triunfos del Betis sevillano; y no del río, que el pobre no sabemos en que pudiera ya tener éxtio, sino del equipo que a puesto las peras al cuarto por esos campos de la patética división tercera.

Decíamos arriba que tiene gracia ser bético, porque acaso sea el Betis el único club en el que se está como entrañado en sus filas, como metido en su aire y clima; y no como se está en los demás equipos, en casi todos, que se está apuntado, inscrito, en estado de número, y eso es como si no se estuviera. Si tiene tela –y permítasenos el uso popular- eso de quedarse sin vista después de haberla tenido, y no por borrachería, sino por pérdida de los ojos, bien se entenderá lo que ha sido la cuesta arriba, durísima, del Betis, que tuvo la vista primerísima de un prestigio grande y entero y ha tenido que cruzar la ceguera de estos largos años de arrinconamiento como de olvido.

¿Quién no recuerda en aquella final del 31, en Madrid, cuando un Betis tan impetuoso como arriada del Guadalquivir en sus años de barbas crecidas, mantuvo a raya al Atlético vasco, casi pidiéndole el asa de la Copa? ¿Quién no le recuerda alado, elegante, aguerrido, arrancándole a un Madrid andaluzado, sevillanizado hasta las entrañas de los schottis, olés como de corrida grande? Y eran olés porque el Betis ha conjugado siempre -¡y qué gallardamente!- la destreza atlética con la gracia y el primor de los retoques toreros; y fue equipo de chillarle, como a torero de sevillanas.

El tiempo ha puesto a prueba la fe de los béticos, aplazándoles el regreso al área en la que se mueven los campeones y los jerarcas. Largos años de los verás y no lo catarás pasaron ante los ojos del Betis paciente, sufrido, nobilísimamente aferrado a su propósito de ganarse en los céspedes el viejo fulgor. La prueba ha sido dura, larga, tenaz; pero el Betis, que tiene el corazón cubierto de alegría sevillana, se ha saltado los escollos, y resurgido, erguido, otra vez en pie, vuelve al sitio desde el que ya se ven las torres señeras de la División de Honor.

Mañana, domingo, la tarde será bética desde la luz del suelo, desde la calle al campo; y peñas y cafés y gentes y voces, serán béticas hasta los tuétanos, porque la presencia de un glorioso equipo devolverá, en una año vista, a Sevilla, la hermosura de las contiendas entre Heliópolis y Nervión, por las que ya suspiran incluso quienes permanecieron a los márgenes del futbol. Si los que escribimos cada día la chispa y novedad de la vida sevillana, dejásemos aparte la gran víspera de hoy, sería como si no pensáramos en la ciudad a la hora de nuestra crónica. Ninguna novedad tiene Sevilla esta tarde más fuerte que la alegría que ha de vivirse mañana, cuando en el campo de Heliópolis, el Betis, ungidísimo ya en Campeón, a todo señorío, reciba la encendida ovación de los suyos; y póngase aquí en lo de atribuirle gente al Betis muchísima Sevilla y de mucho rango y calidades popularísimas y diversas.

¿Con qué podríamos medir la tensión pública que levanta y yergue la presencia triunfal de los béticos? Es algo de naturaleza mística, de poderío profundo, de fuerza arrolladora. Lo bético es como lo sevillano; es como si el espíritu de la ciudad, en su versión atlética, en su pasión espectacular, todo él fuese bético. Del Betis se habla, no en el azar de la buena tarde o en la hora brillante del traspaso célebre o en la menudencia del suceso pequeño y anecdótico; del Betis se habla a toda hora y con una largueza y maravilla que deleita y recrea. El bético vive unido a su equipo en todo trance, y le sigue con el corazón en la mirada, como si en cada jugada fuera también uniéndose al esfuerzo individual del jugador. Es una manera de mirar a la vida en cuanto la vida requiere de estas grandes compensaciones físicas y del ánimo, como equilibrio y serenidad, en que ordenar los gustos, los recuerdos, los viejos días, y el beticismo se transmite como una heráldica extraña pero cierta y magnífica.

Mañana, domingo, será el día grande, en que al Betis se le rindan los mayores agasajos públicos. Anoche, cuando alguien, en la tertulia bética de "Los Candiles" se quejaba de su negocio, otro le atajó el paso diciéndole; y eso qué, compare, con er Beti ya mismo en primera por secula seculorum. Y es que el Betis, manquepierdista y heroico, pasión pública, ilusión multitudinaria, es gloria siempre joven que atraviesa Sevilla de lado a lado, y con su nueva proeza nos ha devuelto el clamor de sus tiempos de oro.

Que sí, hombre, que sí. A nosotros, que nos dejen de historias. En Sevilla, lo que tiene gracia es ser bético. Pero gracia –entiéndase bien- de privilegio, de gran sevillanía; y que nadie se ofenda, que aquí no queremos negar blancuras ilustres y ricachas, sino darle al verdiblanquismo, gallardo, noble, heroico, todo el lugar a que le suben sus méritos. Por ellos, hasta el aire -¡por estas!- es ya bético; que el aire de Sevilla bien sabe donde están las buenas esencias. Y aupa, Betis, que nosotros chalenamos de eso muy a las veras. Y disculpen la germanía."


Notas:

La víspera a la que se refiere Montero Galvache es la del partido entre el Real Betis Balompié y el Úbeda, celebrado el día 23 de Mayo de 1954 en Heliópolis, y en el que se produjo la célebre "lluvia de puros" con la que los béticos homenajearon a quienes habían conseguido el Campeonato del Grupo VI de la Tercera División y, con ello, el ascenso a 2ª y la despedida del Pozo tras 7 largos años. Aquel emotivo partido fue resuelto con un 6 a 0 favorable al Betis.

Francisco Montero Galvache, el autor del artículo, nació en San Fernando el 8 de Mayo de 1917. Licenciado en Filosofía y Letras en la Universidad de Sevilla, fue escritor y periodista, Premio Nacional de Prensa en 1943, dejando su firma en los diarios Ya, La Vanguardia, Fe, ABC, Sevilla o España. Fue fundador de la revista literaria Cauces, dirigió en Radio Nacional de España en Sevilla el programa literario Almena y fue director del diario jerezano Ayer, de la revista Gala y de la delegación en Jerez del ABC de Sevilla. Como escritor, fue poeta y novelista, siendo finalista del Premio Nadal en 1950. También fue conocido como pregonero (muy valorado en los ambientes cofrades), orador y conferenciante.

¿Por qué soy bético?

¿Por qué soy bético?

J. ROMERO Y MURUBE 

Esto del fútbol y todo lo que le rodea es algo más de lo que se aparenta y ve. El juego del balón existe en la mayoría de los países del mundo. ¿Pero ocupa en las demás naciones el área pasional obsesiva, dentro de los públicos, que ocupa en España? ¿Qué suplencias realiza el español en su interés y preocupación por el fútbol? ¿Qué desatiende, qué otras materias o actividades desestima o anula? ¿Hasta qué punto el exceso de condescendencia gubernamental y la colaboración desaforada de la prensa no hace cundir y fomentar algo que merma, por su insistencia masiva, otros afanes, otras preocupaciones, otros ocios más nobles y educativos?

Quizá la explicación de todos estas interrogantes que se hace todo el mundo, con un sentimiento que está entre el pudor de algo y el bochorno de muchas cosas…, quizá la explicación esté en que el español todo lo convierte, por su carácter extremoso, en problema y bandería. Aquí jugar al balón puede ser en muchos casos un motivo de orden público. Y que hasta un lunático como el que esto escribe aluda al fútbol sin saber una palabra de ello. La pelota es el único asunto que puede motivar interés para páginas y páginas y más páginas de los periódicos de toda la Península. ¿Pero es que los españoles no saben ni les interesa más que el fútbol? Y tras todo esto, los tinglados económicos…

Pero no, no era éste el artículo que se nos pedía. Hoy hay que hablar del Betis. Y lo hacemos gustosísimamente. Y vamos a razonar por qué, en distintas ocasiones, nos hemos manifestado como simpatizantes de aquel equipo sin que apenas nosotros tengamos mayor frecuencia con sus actuaciones ni con el deporte en general.

Pues sí, por algo que quizá no sea fútbol: nosotros hemos sido béticos por romanticismo. Una vez, en Madrid, hace tres o cuatro años, -mañana, fría en Ciudad Lineal- vimos jugar al Betis con el Plus Ultra. Ganamos. Yo sentí en mi sevillanismo insobornable una especie de regustillo espiritual especialísimo. Era lógico. Pero luego el Betis perdía siempre. Perdía en su propio campo. "La senda de los elefantes" es una de las expresiones más densas y filosóficas con que puede haber sido sustituida, alusiva y humorísticamente, la nomenclatura de un paseo. Pero además de perder por mala suerte, por juego deficiente o por lo que fuera, al Betis se le intentaban hacer faenas entre los bastidores de la alta política deportiva… Y los bastidores estaban, a veces, en nuestros mismos predios… ¡Ay, la ciudad agria!

El Betis llegó a formar una inderrocable moral a prueba de derrotas, que nosotros veíamos compaginadas con la quiebra y mala fortuna de otras muchas actividades sevillanas. Pero en vez de adoptar esa inexplicable renunciación que hemos aplicado, para nuestra desgracia, a tantas adversidades –la de subirnos de hombros en vez de subirnos de corazón-, el Betis, tras la hecatombre, arremetía todas las tardes con más entusiasmo y más alegría hacia la conquista de su gloria. Esa línea de conducta sin desaliento, sin tibieza; ese remontar constante de su mala suerte y destino o circunstancias contrarios, es lo que nos redujo en el equipo de Sevilla. Su fe en sí y en los sevillanos que lo seguían.

Estas calidades de la afición del Betis, llevadas, como nos decía don Santiago Montoto, a otras parcelas del quehacer, querer, batallar, insistir, porfiar, sufrir, alentar y desvivirse por el logro de las metas más altas…¿qué ciudad, qué Sevilla no nos hubiera proporcionado y gozaríamos ahora? Por eso soy bético sin ser mayormente aficionado ni frecuentar apenas los campos del deporte. Por romanticismo, tesón y sevillanía.

Notas:

Nació en el pueblo sevillano de Los Palacios y Villafranca, el 18 de julio de 1904. Durante toda su vida participó activamente en diversos acontecimientos propios de la ciudad de Sevilla, de la que fue un amante y defensor empedernido; este poeta fue Redactor Jefe de la revista Mediodía, ateneísta,  Director de los Reales Alcázares, pregonero de la Semana Santa del 1944, Rey Mago en la cabalgata del 1937 y Hermano de la Hermandad de la Soledad de San Lorenzo.

Vinculado a los vanguardistas de su época, su afición por la escritura comenzó a una temprana edad. Así en 1923 publicó La tristeza del Conde Laurel y Hermanita Amapola en 1925. En 1929 escribió Sombra apasionada, libro dedicado a Gabriel Miró, donde alterna diversas técnicas narrativas como expresivas: prosas sensitivas y creacionistas, surrealismo, poesías clasicistas y neopopularismos. En este primer periodo narrativo y poético de Joaquín Romero Murube se denota la influencia de autores como Ramón Gómez de la Serna, Valle-Inclán o Pedro Salinas.

En 1934 publicó el ensayo José María Izquierdo y Sevilla, fruto de la concesión del Premio Izquierdo de ese año, otorgado por el Ateneo hispalense. Ese mismo año publica otro ensayo titulado Dios en la ciudad, que más tarde incluyera en su obra Sevilla en los labios, en 1938, uno de sus libros más importantes. En 1943 publicó Alcázar de Sevilla - Guía turística, y su Pregón de Semana Santa en 1945, Memoriales y Divagaciones entre 1950 y 1951, Lejos y en la mano en 1959 y Los cielos que perdimos en 1964; las tres últimas obras forman su trilogía sobre los espacios de la memoria. También escribió una obra sobre la figura de Francisco de Bruna y Ahumada, sobre sus experiencias y logros en sus 42 años como responsable de los Reales Alcázares de Sevilla, justo como dos siglos más tardes lo sería nuestro poeta.

También se deben destacar sus obras Ya es tarde (1948) y una hermosa elegía de su pueblo, bajo el título Pueblo lejano (1954).