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SOCIEDAD CÍRCULO BÉTICO DE SEVILLA circulobetico@yahoo.es

El "Manquepierda"

ESPAÑA BALOMPIÉ 1904

La afición del Betis es conocida internacionalmente por el fervor y la fidelidad que profesa a sus colores. El rasgo más distintivo que define la filosofía de los seguidores del club es una vieja leyenda que se gestó en los años más difíciles de su existencia: el manquepierda. El espíritu de este lema radica en un elemento definitorio de la personalidad como es el orgullo.

El aficionado bético tuvo que soportar durante los años cuarenta y cincuenta una situación deportiva lamentable, ya que un equipo que había sido campeón de Liga tuvo que tomar en 1947 el desafortunado camino de la tercera división. Presionado social y deportivamente, el bético reaccionó con la sabiduría tan peculiar que emana de esta tierra del sur. Fue el momento de adherirse con más ilusión a un equipo que, fuera ya de cualquier elemento de juicio deportivo, dio paso a la creación de toda una forma de entender la vida. El mito del manquepierda no supondrá sin embargo una actitud derrotista ante las situaciones. Al contrario, el manquepierda no es ni más ni menos que el renacimiento de algo en desfase en el día de hoy: el apoyo a una institución en los momentos más delicados de su historia.

Este espíritu acabó generando una idea que ha perdurado a lo largo del tiempo para dar un carácter único a la afición del Betis. Desde entonces, la hinchada verdiblanca representó todo un ejemplo de fidelidad para cualquier club y su fama es conocida en toda España y buena parte del extranjero. Manuel Sumers, gran bético y humorista, incluyó al Betis entre sus temas preferidos a la hora de hacer chistes. La vergüenza, la dignidad y la lucha sin desmayo fueron las armas de unos hombres para mantener viva la entidad. Lo que se forjó es un auténtico mito capaz de perdurar a lo largo de los años. Con el condimento esencial del manquepierda el carácter de la afición del Betis se ha constituido en uno de los pilares de la entidad.

Sin ningún tipo de parangón, el bético se crece ante las adversidades y es un ejemplo único de dignidad. El manquepierda nació de un orgullo herido, pisoteado por unas terribles circunstancias. Como consecuencia, ha provocado en el seguidor del Betis una confianza perenne en el equipo. Se alegra con sus victorias –inconmensurable el júbilo tras la consecución de la primera Copa del Rey- y soporta las derrotas con sentido de la deportividad y una fidelidad a prueba de bombas.

Casi mezclado con el estoicismo, ser del Betis no significa sólo la pertenencia a un club de fútbol. Los béticos casi nacen béticos. No se trata únicamente de ser aficionado al fútbol o de animar a un equipo en concreto, ser del Betis es amarlo, dejarse arrastrar en un torbellino para lo bueno y lo malo, es sentimiento. Los ejemplos que a lo largo de la historia ha dado la afición son muestra de una militancia cercana al fanatismo, pero nunca manchada con las deleznables gotas de violencia y radicalismo que desgraciadamente impregnan el comportamiento de algunos sectores en otros clubes. La adhesión a la filosofía que representa el Betis es compatible incluso con no ser aficionado al fútbol. A algún individuo puede no gustarle el deporte más importante del planeta y ser seguidor del Betis.

Con la peculiaridad como cordón umbilical, a golpe de sufrimiento y de vejación, de alegría, pasmo, admiración, sorpresa, magia, fanatismo, fidelidad, amor, pena o dolor, el Betis se ha ido cincelando a lo largo ya de casi 100 años de historia. De la cima a la sima, en Europa y en Utrera, para lo mejor y lo peor, la afición del Betis es única y el espíritu que emana de ese particularismo se ha convertido en el emblema más contundente de una entidad también única.

 

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