Homenaje a Fernado III el Santo (757 años de beticismo)
"Soy yo, Fernando. Bueno, vuecencias me conocen por Fernando III El Santo. Vine a Sevilla hace 757 años, y aquí me hice bético, y me alcanzó la muerte terrenal. Mi tumba es facilmente reconocible... tiene entre dos ángeles un gran escudo de plata... ni que decir tiene a qué escudo se asemeja...
Debo reconocer que este año estaba siendo un tanto pesado. Nada tengo yo contra el otro equipo de mi muy amada Sevilla, pero siempre he sido temeroso de Dios, y la soberbia es el peor de los pecados capitales. De ahí que contemplase con cierto hartazgo la importancia que se pretendía atribuir un señor leguleyo por cumplir 100 años. Comprenderán que cuando uno ha cumplido 100 años ocho veces contempla con complacencia esos primeros centenarios; no obstante, no entendía porque se le daba más importancia a ese digno acontecimiento que al 500 cumpleaños de la magna Universidad hispalense o al 400 cumpleaños de esa joya de la literatura que escribió muy cerquita mía, allá en la Carcel Real, Don Miguel.
Aún así, debo reconocer que nada hubiera hecho si la celebración de ese cumpleaños no se hubiese hecho intentando minusvalorar al equipo de mi corazón, el Betis Balompie, con el Real por delante, que alguna mano tenemos que tener los Reyes. Como iba diciendo, como patrón de Sevilla estaba feliz por el cumpleaños de la mitad de mi ciudad, pero contemplaba inquieto como se pretendía acogotar a la otra media que, además, se viste de verde como un servidor.
Lo que ya hizo relinchar a mi fiel caballo (que por si alguien lo dudaba, también es bético) fue la proclamación del leguleyo antes indicado como "el hombre más importante del mundo, después del Papa". Hombre, gracias. Trabaje usted 757 años para ésto. En fin. Pero he de reconocer que mi caballo se quiso bajar del pedestal y colgar las herraduras cuando supimos que nos habían puesto en lugar destacado de la Portada de la Feria... que el señor antes indicado iba a aprovechar para seguir ninguneando a mi querido Betis.
Y no pude más. Lo siento, de verdad que lo siento. Sé que el enojo es otro pecado capital. Sé que como Santo no debería caer en ésto. Pero no pude más. Y tuve que ponerme un pequeño broche con el escudo de mi corazón; una cosa modestita, sin molestar, pero que al menos sirviera para aliviar mi pesar. Por cierto que unos buenos amigos han cargado con la culpa de esa pequeña travesura de un servidor, quedando para la historia que el escudo fué puesto por personas, cuando en realidad fue puesto por ángeles (veréis, aquí arriba tengo tropas leales).
Pero lo peor vino después... porque como ustedes dicen, "le cogí el gustillo". Comprenderán que un servidor, que durante muchos derbis había impedido a su propio equipo una victoria, como acto de humildad y contricción, este año no iba a contenerse, no fuera a ser que me quitaran del pedestal para poner una estatua del "hombre más importante del mundo". 1-0. Y empezaron a visitarme. Y ay, le seguí cogiendo el gustillo. No saben ustedes lo aburridas que son las noches, salvo en Semana Santa. Y eso de que vengan a visitarlo a uno la gente joven, pues alegra, la verdad.
Así que, sin que el Jefe me pusiera muy mala cara (no, no voy a decir que sea bético, porque me edita el post... pero bueno... ya me entendéis) cuatro días después me dí una vueltecita por Bilbao. Y cuando volví, ya estaba otra vez la Plaza Nueva "acolarsá" (éste es un término castellano-viejo que no sé si vuecencias conocerán). Y claro, estas cosas son como el buen yantar: que envician. Ay, cuanta penitencia voy a tener que pasar...
... Porque he de reconocer que luego estuve en Mallorca. Y lo peor de todo, que esa misma noche me dí una vuelta por Nervión y, por primera vez en mis ocho siglos, le eché una manita al Málaga (que el Jefe me perdone); manita celestial, se entiende: que nadie me busque ahora para preguntar por primas, que solo de primos entiendo. Y otra vez que vinieron a visitarme... y el Jefe ya se empezó a enfadar, pero a base de bien.
Claro que tuve suerte. Porque San Fermín, entre ustedes y yo, ya está bastante premiado con la fiesta que le montan todos los meses de Julio, y a mí me habían quitado el día de mi Santo como fiesta local... así que el Jefe miró para otro lado el 11 de Junio. Y me dí un paseito por Madrid. Ay, como me hubiese gustado poder ser yo el Rey que entregase esa Copa... pero bueno, no me puedo quejar. El resto de la historia ya la conocen vuecencias: Otra visita esa noche, otra al día siguiente, y otra... debo haber rejuvenecido 300 años por lo menos.
En fin, espero que nadie se sienta ofendido por esta confesión. Amo mucho Sevilla y a los sevillanos, pero que quieren. Uno se hizo bético al llegar, y ese veneno lo llevaré siempre en la sangre. Confío, eso, sí, en que la "Federación de Peñas Sevillistas San Fernando" no cambie su nombre por lo aquí expuesto, y menos por lo último que he de confesar.
Porque he de decir que, aunque nadie haya reparado en ello, cometí una última travesura. Verán, yo es que nací en Zamora... y el equipo de mis orígenes vino por aquí para jugar una eliminatoria para ascender a 2ª división contra un filial de la ciudad... y bueno... es que la tierra también tira, ustedes sabrán perdonarlo.
Ya voy, Jefe, ya voy... la que me va a caer"
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